En estas semanas de emergencia sanitaria, hemos escuchado múltiples comentarios sobre muchos temas educativos que preocupan al país. Ellos abordan campos como los siguientes:
- El año escolar, aunque más corto que el previsto inicialmente, no se perderá y que se utilizará preferentemente la modalidad a distancia.
- Los contenidos de los programas de estudio deben ser priorizados, contextualizados y reprogramados en función de la situación que se vive y de la realidad particular de las escuelas y estudiantes.
- Los directores y docentes deben elegir las formas más convenientes de trabajo con sus estudiantes.
- Que los promotores de colegios privados deben negociar con los padres de familia si reducen las pensiones y en qué monto, para lo cual deben presentar sus presupuestos de gastos y utilidades. A lista de temas es larga.
Pero además de estos comentarios, también se han hecho sentir críticas, no justificadas, respecto de la forma como el profesorado está respondiendo a la emergencia sanitaria. Se los acusa equivocadamente de trabajar menos, de brindar una cantidad bastante menor de aprendizajes, de acumular a los estudiantes de tareas. Lamentablemente son críticas tienen su origen no solo en lo imprevisto que ha sido el cambio de estrategia educativa, sino también que no se ha sabido explicar, sobre todo a los padres de familia, lo que es la modalidad a distancia, lo que de ella se puede esperar como fortalezas y diferencias en relación con la educación presencial y el tremendo esfuerzo que están realizando los docentes a una situación totalmente inédita, en donde mucho de lo que utilizan en el aula tiene que sufrir adecuaciones importantes.
El Ministerio de Educación ha reajustado las orientaciones para el desarrollo del año escolar 2020 en las instituciones de educación básica. El currículo seguirá priorizando la adquisición de competencias y a título de sugerencia presenta una selección de contenidos por áreas curriculares que podrían desarrollarse durante el presente año. De todos ellos, los directores y docentes tienen un cierto grado de libertad para decidir como reestructurarán sus programas de estudio.
A no dudarlo, queda para los directores y docentes una gran tarea por realizar, pues no se trata únicamente de priorizar contenidos sino también de definir los recursos y metodologías para impartirlos y evaluarlos. En los casos en los que es posible el uso de la tecnología digital deben conocer cómo trabajar con plataformas como el Zoom, el Teams, el Google Classromm. También identificar el tipo de recursos utilizar para un trabajo más autónomo del niño o adolescente. Todo ello en medio de una realidad de hogares que la conocían superficialmente; ahora tienen que conocerla más a fondo para definir las estrategias grupales e individuales que utilizarán para trabajar a distancia con sus estudiantes: hacerles conocer las actividades a desarrollar, monitorear su trabajo, evaluar y hacer retroalimentación.
Un factor importante de este nuevo proceso de aprendizaje y enseñanza es que considera esencial e imprescindible el rol de los padres de familia. Frente a la imposibilidad de que el profesor esté presente en cada momento de la sesión de aprendizaje con cada estudiante, la presencia de algún miembro de la familia ayudando, sobre todo, a los menores de edad es clave. Hay padres que lo podrán hacer bien; no obstante, debemos tener en cuenta que la adopción del enfoque por competencias trae consigo el desarrollo de aprendizajes con mayor grado de complejidad para los cuales muchas veces se encontrará padres o madres no suficientemente preparados. El profesor debe descubrir cuáles son esos temas y en qué familias su orientación debe ser reforzada.
Son estos solo algunos ejemplos de los nuevos desafíos y exigencias del perfil de la profesión docente las que nos llevan a la preocupación inicial de este artículo: la prioridad real de la reforma de la formación y las prácticas docentes. En el ámbito de la formación inicial, una pregunta de partida es conocer la medida en que los institutos superiores pedagógicos y facultades de educación cuentan con las estructuras de organización académica e institucional, planes de formación, tecnología y formadores de docentes que puedan acercarse siquiera a las nuevas exigencias de una oferta educativa que este año es a distancia, pero que en el futuro será una combinación de educación presencial y a distancia.
Hay que reconocer lamentablemente que entre las prioridades de la política educativa y de la asignación de recursos no ha estado precisamente en la formación inicial docente. Pocos de los centros de formación que actualmente existen pueden considerarse que cumplen con unos estándares básicos capaces de asegurar docentes con una cultura general amplia, con habilidades para el aprender a aprender y gran capacidad de adaptación a los cambios que experimenta la educación. Muestran en su mayoría grandes déficit de equipamiento tecnológico, así como de recursos digitales en momentos en que un docente analógico no tiene cabida en el sistema educativo.
La formación en competencias digitales, desarrollo de habilidades blandas, enfrentamiento de problemas socioemocionales, son asuntos que deberían estar claramente contemplado en los planes de formación inicial y continua, además de tener en cuenta que tampoco tienen cabida aquellos docentes excesivamente especializados en una sola área curricular puesto que los aprendizajes integrados y transversales son los que facilitan la adquisición de las competencias, actitudes y valores que son los que más necesitará el estudiante cuando sea adulto y se incorpore al mundo laboral. La mayor limitación del actual sistema educativo es que ha estado formando a las nuevas generaciones con conocimientos y habilidades mayormente prescindibles y no en aquello que permita enfrentar un mundo incierto, que demanda permanente anticipación y adaptación al cambio.
Mejorar la calidad y los resultados de la educación básica pasa por una valoración de toda la sociedad de la profesión docente. Es lo que han hecho los países que ahora lideran el desarrollo e innovación educativa. Solo así es posible atraer a los mejores egresados de la secundaria que tengan a su disposición un excelente equipo de formadores reconocidos profesional y económicamente. Ni es posible que muchos docentes de los institutos superiores pedagógicos continúen ganando menos que un profesor de educación básica. En ellos descansa la responsabilidad de ejecutar planes de estudio que incorporen las nuevas tendencias que se vislumbran para la educación; es decir, una enseñanza en donde lo presencial y a distancia convivirán y en donde el estudiante es el principal protagonista de sus aprendizajes los mismos que adquieren mayor grado de complejidad. Hay que ser exigentes en la admisión a los estudios y acceso a la carrera de los mejores, pero también en generar las condiciones para que ello se produzca. Es la razón por la que se abriga la esperanza de tener pronto noticias sobre un plan concreto de reforma docente respaldado con el financiamiento correspondiente.